jueves, 13 de diciembre de 2012

Teatro Negro de Praga-FIT Cazorla 2012


La magia en el teatro
David Gómez Frías

Marco: Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo: Sala. Fecha: 7 de diciembre. Escenario: Teatro de La Merced. Obra: “Alicia en el país de las maravillas”. Autor: Lewis Carroll. Compañía: Teatro Negro Nacional de Praga. Intérpretes principales: Veronika Miklová (Alicia), Pavel Marek (El Mago), Jan Kuzelka (Payaso 1), Martin Kalous (Payaso 2) . Adaptación y Dirección: Pavel Marek.

Cuando anunciamos a nuestros conocidos que tenemos entrada para asistir a una representación del Teatro Negro de Praga, normalmente recibimos como respuesta de nuestro interlocutor un “dicen que merece la pena”, o un “eso de qué va”, o con más sorpresa un “yo pude verlo en tal ciudad y quedé sorprendido”. Y no sabes a qué atenerte, sobre todo si eres primerizo en un espectáculo de estas características. Te posicionas entonces frente al escenario para ver de qué va esto del teatro negro y, teniendo algunas referencias pasadas, no puedes dejar de asombrarte de principio a fin. La magia en el teatro se hace desde el inicio. La oscuridad aliada con destellos de luz, el color vivo dimensionado sobre el negro, el sonido surgido de la fantasía, los personajes vestidos con la imaginación de los creadores infantiles y los llamados intérpretes negros protegidos por la luz ultravioleta que lleva al engaño a los ojos de todas las edades. Casualidad es que se llame “Alicia en el país de las maravillas” y que lleve en su título la definición que el público en su grueso da al resultado: maravilla. Porque más allá del conocimiento que tengamos del original texto de Lewis Carroll, más allá de las varias ocasiones que hallamos tenido de visionar abundantes reposiciones de cualquier versión cinematográfica de la historia, resulta inevitable descubrir y asombrarse con este nuevo tránsito de Alicia por sus aventuras. Aunque apenas resulta ser un enlace argumental, un cebo que titula y atrae al público. El montaje en sí podría definir cualquier argumento que surja de la imaginación de su creador que, a sabiendas del engaño óptico, encuentra en la oscuridad el aliado necesario para ilusionar mentes presionadas por la velocidad de los años. De la oscuridad surge el vuelo de los personajes, el efecto del viento arremolinado sobre las telas, la fuerza del instante mágico que hace aparecer objetos o desaparecerlos transcurrido su tiempo, sin conceder al ojo observador un resquicio de duda que niegue la realidad de cuanto observa. En la oscuridad se hace el color versionado en la fuerza que alienta el espíritu infantil. En la oscuridad se encuentra el alma de los espacios modulables de nuestra imaginación. Es en sí la actriz principal y necesaria y del dominio que sobre su presencia se tenga radica la evolución de lo mágico, el sentido del engaño voluntario. Si a esto unimos una banda sonora propia de los cuentos pasados, recursos escenográficos nacidos de efectos especiales creados para alimentar nuestra imaginación, proyecciones que rompen la dimensión lineal nacida del fondo negro, estamos hablando entonces de un espectáculo capaz de proyectar en nosotros la sonrisa oculta de esa infancia que, bajo engaños, mantenemos silenciada en nuestro interior. Al margen del malabarismo ilusorio, el teatro negro de Praga regocija, sustituye desánimos, alienta los laterales rasgados de ese personaje infantil que todo el mundo coincide en recuperar ahora más que nunca. En definitiva, acudimos a la sala para asistir a un espectáculo teatral y salimos de ella engañados por el secreto agradecido de la magia. En la oscuridad no solo se hallan los temores de la infancia, a su lado se desgrana el arroyo permanente del color que viste nuestra imaginación.

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